Había una vez, una gran masa de aire. Se llamaba Atmósfera, pero era mas conocida por su apodo «Cielo».
La señorita Cielo tenía como pasatiempo envolver una roca gigante suspendida en el vacío, llamada «Tierra», con la cual se llevaba muy bien. Tan bien que nunca se separaban.
La roca gigante, admiraba mucho mucho a Cielo por sus habilidades camaleónicas: podía cambiar de color. Se podía permitir verse del mas maravilloso anaranjado hasta un gótico negro a lunares, pasando por un normalucho azulado e incluso un rojo verdaderamente apasionado.
Por mas que la querida Tierra preguntara, nunca tenía respuesta de su amante. Cielito siempre guardaba recelosa su secreto. Se avergonzaba de la verdad y era incapaz de admitirla. ¿Cómo contarle a su enamorada que sus fascinantes tonalidades no dependían de ella misma? ¿Cómo confesar que todo pasaba según como se moviera una bola incendiaria con respecto a ella?
Esto viene pasando desde hace un par (de pares (de pares (de pares (…)))) de millones de años. Y aunque avergüence a nuestra querida Atmósfera, la explicación es verdaderamente fascinante.
Bariloche, 2010. Capturada por el que les habla escribe.
El aire, sangre y alma de Cielo, dispersa con mayor facilidad la luz con longitud de onda corta. Como los tonos violetas y azules están entre los de menor longitud de onda del espectro visible, son los que mas se propagan por la atmósfera. En cambio, los tonos rojizos y naranjas están entre los de mayor longitud de onda por lo que no se dispersan en el cielo y los apreciamos solo cuando miramos hacia el sol.
Durante el amanecer y el ocaso, la luz del sol llega a la Tierra de forma tangencial por lo que podemos ver los colores anaranjados de la luz. Si miramos el sol, vemos un rojo con mayor intensidad que a otras horas del día.
Finalmente, a la noche el cielo se torna oscuro por la gran ausencia de luz proveniente del sol. Mirando al cenit vemos solo oscuridad manchada por las estrellas y la luz reflejada por la luna, mientras que en el horizonte predominan los tonos azules oscuros.
Espero que algún día Cielo le cuente la verdad a nuestra querida Tierra.